Todos tenemos un lugar donde nos sentimos bien, un rincón donde encajamos, donde percibimos una energía que nos equilibra y sana. Ese lugar es nuestro refugio, una pausa, un tiempo de silencio, cuando necesitamos alejarnos de nuestro pequeño universo cotidiano.
En Monfero, en el corazón de un bosque antiguo, el bosque atlántico más grande de Europa, existen unas hermosas colinas a las que llamo Las Colinas de Hadas. En ese reino de paz sólo se escucha el cercano y caudaloso Eume y las voces de algunos caminantes que pasean a unos cientos de metros.
Los árboles bailan con la brisa del atardecer mientras dos mosquiteros se cantan versos de amor. Es el ritmo pausado y cautivador de una naturaleza bella y silenciosa, ajena a un mundo exterior en el que cada vez es más difícil vivir.

En los cálidos días de la pasada primavera Las Colinas de Hadas resplandecían como jamás las había visto antes.
Cuando nos despedimos de As Fragas do Eume en otoño los árboles todavía conservaban sus hojas verdes. Los cierres perimetrales comenzaban a extenderse pero, en aquel momento, no imaginábamos que nos aguardaba un duro invierno y que no volveríamos a este paraíso hasta cinco meses después.
Ahora cierro los ojos y pienso en aquellos plácidos días de octubre. Recuerdo la agradable luz del atardecer, el maravilloso olor a tierra húmeda, los gráciles hongos escondiéndose entre el verde musgo de las colinas y el viento suave agitando las hojas. Como en un sueño feérico, los mosquitos parecían diminutas hadas, puntitos brillantes revoloteando a contraluz.



También recuerdo la cálida luz del farolillo al anochecer, brillando en la fría oscuridad del bosque, adormecido ya por los tempranos vientos del norte, poniendo un mágico y reconfortante toque final al último día de libertad.

El mundo abandonó, y se elevó volando
sobre una noche amplia de mareas.
La luna navegó sobre los vientos
y avivó el resplandor de las estrellas.
“El Hobbit”, J.R.R. Tolkien.
Me gusta el invierno. Adoro las cortinas de lluvia bajo los árboles, el rumor del viento en las ramas, el olor de las tormentas, los remolinos de hojarasca… pero, sin posibilidad de disfrutar de todo esto, fue insoportable. El bosque tuvo que esperar cinco meses y el estudio se convirtió en todo mi Universo.
En noviembre finalicé el calendario 2021, con siete ilustraciones de adorables animales, impreso sobre papel vergé. Los originales los pinté durante estos últimos años, en acuarela y técnica digital.

Entre enero y febrero realicé varias obras donde los menhires, las milenarias y misteriosas piedras prehistóricas, son los protagonistas. Para uno de ellos, “La colina de los menhires”, utilicé rotuladores de punta de pincel en varias tonalidades de grises sobre papel de ilustración.

A continuación podéis ver la demo que publiqué en YouTube. En Patreon está disponible la versión extendida, así como un pequeño tutorial. Espero que os guste.
Y al mismo tiempo que planificaba mi próximo curso de Acuarela de Bosque y Patrimonio, que comenzará próximamente en la plataforma Patreon, también estuve trabajando en un estudio de setas, polillas y ratón de bosque, realizado con acuarelas Van Gogh sobre papel de 300 gr/m2.


¿Reconocéis las setas? Las mayor parte de las veces uso como modelo las fotografías que hago en el bosque. En este caso son los hongos que fotografié en otoño, entre el musgo, y que podéis ver más arriba.
De este modo, en el Universo del estudio, entre pinceles, acuarelas y lápices de colores, los días pasaron lentos y lánguidos, pero también ajetreados. Y todas las dificultades se hicieron más soportables en la tranquila serenidad del refugio secreto que es el arte y la inspiración.
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Cuando entré en Las Colinas de Hadas un viento cálido mecía suavemente los helechos, iluminados por la luz dorada del atardecer. En los árboles dos pinzones me dieron la bienvenida. Tras meses de lluvias intensas, de oscuridad e incertidumbre, fue una delicia volver al bosque de nuevo unos días antes del equinoccio de primavera.


Los robles aún no habían desplegado completamente sus hojas. Tampoco lo habían hecho los castaños, ni los avellanos, pero en el suelo los helechos se desperezaban y multitud de plantas comenzaban a florecer: anémonas de bosque, junquillos blancos, asfodelos…

Durante esas semanas visité las Colinas de Hadas muchas veces. Las temperaturas eran muy agradables, inusualmente altas para la época del año.
Una tarde, mientras tomaba apuntes en un cuaderno de dibujo sentada cerca del viejo roble Meu, una mariposa blanca revoloteó a mi alrededor y se posó en el extremo del lápiz. Me quedé muy quieta observando la magia de la naturaleza, fascinada por la delicadeza y el brillo irisado de sus alas. Aquella belleza permaneció allí durante unos segundos hasta que finalmente salió volando ladera arriba hacia la Sierra de Queixeiro, donde incomprensiblemente quieren construir dos de los seis mega polígonos eólicos que rodearían el Parque Natural de As Fragas do Eume, entrando en zonas protegidas.
Varias eléctricas, como Iberdrola, EDP Renovables España S.L.U o Enel Green Power España han solicitado al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España el permiso para levantar allí los mega polígonos eólicos Pena do Corvo, Taboada y Caaveiro, entre otros, con aerogeneradores de doscientos metros de altura y sus correspondientes líneas eléctricas de alta tensión, que causarían daños irreparables en la zona del Parque Natural y su entorno.
Algo así no lo debemos permitir jamás. La avaricia de algunos y la ignorancia de otros, disfrazadas de verde y renovable, no pueden estar por encima del patrimonio natural y arqueológico, ni por encima de la vida y el sustento de las personas, ni ignorar la protección de especies animales y vegetales. Un Ministerio para la Transición Ecológica que toma decisiones anti ecológicas y un Ministerio para el Reto Demográfico que con esas decisiones vacía el rural porque condena a sus habitantes a emigrar a las ciudades o a soportar los efectos negativos que esos polígonos industriales tienen para su salud física y mental.
Además un polígono eólico también provoca la destrucción de ecosistemas y paisajes apreciados por los habitantes de las ciudades, unos lugares de descanso y tranquilidad muy necesarios para preservar la salud.
Es un deber defender nuestra tierra de los abusos y unirnos a los habitantes de Monfero, Cabanas, A Capela y Neda, reunidos en las Plataformas Vecinales Monfero Di Non, Cabanas Di Non, A Capela Di Non y Neda Di Non, y a los habitantes de otras zonas afectadas que están luchando contra esta gran aberración que se extiende por Galicia y parte de la Península Ibérica.
El cambio climático es una realidad, pero no se lucha contra él destruyendo más ecosistemas ni especulando para obtener beneficio económico, porque así nos encaminamos hacia un precipicio del que es probable que no salgamos jamás.
En el menú de la derecha he publicado los enlaces a las páginas webs de dos de las plataformas de la zona de As Fragas do Eume, por si queréis informaros y uniros en la lucha contra esta gran plaga expoliadora de mentiras y destrucción, colaborar en recogidas de firmas, alegaciones, estar al tanto de actos y novedades, difundir, etc.
Unidos somos más fuertes. ¡Eólicos así NO!

Esta primavera el bosque estaba especialmente bello. Trate de inmortalizarlo con mi cámara. Las lluvia intensas, unidas a un cálido final del invierno, hicieron que la vida renaciese con una fuerza espectacular.

Nunca había visto tantos asfodelos, ni tantas anémonas de bosque, la flor de los mil nombres: anémone nemorosa, flor del viento, olor de zorro, botón de Inglaterra…
Cuenta una leyenda que sus pétalos sólo se abren cuando sopla el viento y lo cierto es que, en aquellos días, soplaba una ligera brisa que las hacía temblar. No en vano su nombre científico en latín significa literalmente viento de los bosques. ¿No os parece una auténtica preciosidad?

Dos Narcissus Triandus, las delicadas Lágrimas de Hada, brillaron como farolillos en la penumbra cuando los últimos rayos de sol acariciaron las colinas. Fue una delicia sentir la brisa del atardecer mecíendo los avellanos, mientras los helechos Blechnum spicant se desenroscaban lentamente.



Desearía volver allí, volver atrás a aquel tiempo de silencio, a esos contraluces mágicos en la penumbra, a aquellos maravillosos baños de bosque.

Al caer la noche los mosquiteros continuaban cantando versos de amor. El bosque, bello y silencioso, seguía ajeno a un mundo exterior que acelera sin remedio su destrucción. El cercano Eume rugía, bajaban sus aguas veloces hasta la desembocadura en el ocaso, en la playa de A Madalena de Cabanas.
Somos hijos de la Naturaleza y por ello debemos respetarla. Sentirla, disfrutarla y respirar con su ritmo lento y silencioso es algo sagrado que nadie debiera arrebatarnos jamás.
Gracias por leerme. Salud, arte y naturaleza para todos ♡
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© Estefanía Domínguez Cagigao
¿Me invitas a un té caliente mientras pinto en el estudio, para que pueda seguir creando contenido lindo y mágico, y hacer del mundo un lugar más bello y amable?